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Cuando ofreces autonomía, obtienes rendimiento

¿Nos gusta sentirnos controlados? Obviamente no. ¿Nos gusta tener control sobre los demás? Algunos dirán que sí. La gran mayoría, sin embargo, renunciaría a este aparente privilegio por algo mucho más preciado: la autonomía. Haz una simple encuesta a tu alrededor y verás que la gente quiere tener control sobre sus propias vidas en lugar de sobre los demás. Y si a nivel personal la autonomía nos hace más felices, la autonomía en el lugar de trabajo nos hace aún más felices, pero también nos hace rendir más.

Desde los puestos entry-level hasta puestos de alta dirección, todos queremos rendir en nuestro trabajo. Lo queremos porque nos da esa satisfacción profesional a cada uno, pero también porque los empleados con un alto rendimiento conforman organizaciones de alto rendimiento. Si bien los viejos paradigmas enfatizaban el establecimiento de los entornos de trabajo más controlados para lograr el desempeño esperado, ahora es cada vez más claro que los métodos restrictivos son simplemente incompatibles con una organización exitosa. ¿Por qué? Porque las personas tienden a limitar su participación cuando se sienten condicionadas, supervisadas en exceso, a cada paso.

¿Alguna vez has tenido contacto con equipos que parecían estar trabajando en piloto automático, sin desviación de los procedimientos, pero también sin ese centelleo que estimula la creatividad y sorprende a través de los resultados? ¿Cuánta autonomía permite una organización de este tipo a sus empleados? O, más concretamente, ¿Cuánto los restringe y con qué pérdidas de rendimiento?

¡Aclaremos primero qué es y qué no es la autonomía en el lugar de trabajo! Autonomía significa tener el control sobre nuestras experiencias y acciones, tener un alto grado de independencia y responsabilidad en los proyectos que nos conciernen. Gracias a este sentido de elección e implicación se obtiene naturalmente el entusiasmo, interés, conexión profunda con lo que tenemos que hacer. Por lo tanto, la autonomía es ligeramente diferente de la definición clásica de independencia. La autonomía no se trata tanto de actuar por tu cuenta, sino de ser autodeterminado, estableciendo tus propios métodos de trabajo mientras te mantienes alineado con los objetivos de tu equipo y organización.

Muchas instituciones bloquean mal la autonomía de sus empleados porque la confunden con una falta de rigor y disciplina. Pero permitir que alguien trabaje de forma autónoma no significa dejarlo sin puntos de apoyo y orientación. No significa animarle a trabajar aislado del resto del equipo, sin estar al tanto de los resultados de los demás o sin informarle a su vez del estado de sus actividades. No significa eliminar los plazos y los requisitos empresariales. Por el contrario, un entorno de trabajo autónomo se basa en la competencia, la confianza, el respeto y la integridad. En un entorno así hay estructura y buena coordinación general, pero cada empleado se maneja a sí mismo cuando se trata de los detalles de su trabajo.

Como gerente que fomenta la autonomía, verás que tu equipo está mejorando y equilibrándose de por sí. Varios estudios han demostrado que en los equipos autónomos los miembros refuerzan las fortalezas de los demás y compensan más fácilmente sus debilidades. Y es natural hacerlo, ya que los empleados a los que se les ofrece un voto de confianza estarán más satisfechos, cooperativos y leales. Querrán devolver la confianza que han recibido y se desempeñarán tanto en términos de trabajo individual como de participación en equipo.

¿Te preguntas cómo puedes tener un equipo autónomo y un rendimiento mucho mejor?

1. La flexibilidad es un factor clave. Las personas necesitan sentir que tienen opciones y la libertad de elegir su camino hacia sus metas. Además, ellos son los especialistas en ciertos segmentos de los proyectos. En el ámbito de gestión, lo que realmente importa es que las tareas se lleven a cabo bien y a tiempo. En el ámbito del empleado, eres mucho más eficiente y eficaz si tienes autonomía y flexibilidad en la elección de tu horario de trabajo, dónde trabajas y métodos de trabajo.
2. Comunicación abierta en ambos sentidos. Hay que ayudar a los empleados a entender los objetivos finales a alcanzar, pero más adelante cualquier equipo autónomo gestionará su propio trabajo e implementará paso a paso lo que tienen que hacer. La autonomía también confiere el derecho a la opinión. Al pedir la opinión de los empleados, al escucharlos realmente, un gerente puede descubrir más fácilmente lo que se puede mejorar en los proyectos ya iniciados.
3. Por último, pero no menos importante, en un entorno de trabajo autónomo, todo el mundo tiene fácil acceso a las herramientas que necesita. La autonomía requiere transparencia en la información y los recursos, como serían en este caso la tecnología y la formación.

¿Por qué queremos ser autosuficientes en el lugar de trabajo? Porque la autonomía nos mantiene motivados y creativos. Porque nos permite trabajar con ilusión, gestionar nuestro tiempo y talentos de forma eficiente. Porque nos da una sensación de confianza por parte del empleador y en nosotros mismos. Porque así es como damos lo mejor de nosotros mismos y nos sentimos valorados. Porque cuando somos autosuficientes nuestros resultados mejoran y avanzamos a un ritmo creciente. Porque un entorno autónomo es flexible y no nos mantiene atados a un escritorio fijo, sino que nos mantiene conectados a lo que realmente importa para lograr el rendimiento.

¿Para ti qué significa la autonomía en tu trabajo y cuánto la valoras?

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