5 mitos que debes superar para aprender en el trabajo
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Está demostrado que una formación académica excepcional no es garantía de éxito en una organización. Y es que, como muchos profesionales descubren más pronto que tarde, el proceso de aprendizaje académico difiere mucho del laboral.
Aunque las barreras son muchas, y la mayoría están relacionadas con nuestra mentalidad, también dependen mucho de la cultura organizativa.
Después de más de 15 años en un sistema educativo en el que apenas se ha tenido contacto con la parte práctica, trabajando en equipo en raras ocasiones, no estás realmente equipado para abrirte camino en un entorno organizativo.
En mi caso, este cambio fue como una ducha de agua fría. Tuve que gestionar y aprender por mi cuenta y sobre la marcha, todas las normas, complejos requisitos y procedimientos que afectaban a mi carrera. Sin compañeros, formación ni onboarding que me facilitaran el proceso.
Entendí entonces que el aprendizaje no se basa en la memoria, sino en la práctica y la confianza de aplicar lo que se sabe. Lejos de modelos jerárquicos y formales, me di cuenta de que las experiencias más formativas se producían a menudo durante discusiones espontáneas e informales con mis compañeros, en las que recibía información útil.
Durante este proceso me ayudó el mantener una actitud curiosa y hacer muchas preguntas, incluso a riesgo de ponerme en evidencia. También opté por hacer búsquedas en solitario a través de fuentes internas, como la Intranet de la empresa o registros de cómo se había hecho en el pasado. Otras veces, chocaba con la decepción de aquellos empleados que decían guardar los «secretos» del oficio.
Esta es mi experiencia de cómo se aprende en el entorno organizativo, y estoy seguro de que muchos se sienten identificados. Por desgracia, aunque esta forma de aprender puede impulsar a los empleados a ser más independientes y resolutivos, también se corre el riesgo de que se van abrumados por la confusión inicial y simplemente abandonen. Así, a la espera de la formación prometida, o la información necesaria, estos se vuelven pasivos y desmotivados.
Estas son las ideas sobre la educación que tuve que cambiar para poder aprender con éxito en el entorno laboral
1 Aprender es una etapa, y no un proceso de por vida
Sabía que después del colegio venía la secundaria, luego la universidad, y hasta puede que un máster. Pero, en mi cabeza, la etapa formativa terminaba ahí.
No me di cuenta de la necesidad que tenía de ver la educación como un proceso de aprendizaje permanente. Estar abierto a lo nuevo, tener una actitud dispuesta y flexible a la hora de corregir, practicar, experimentar y fracasar eran cosas nuevas para mí, y supusieron todo un reto al principio.
2 La educación es un proceso lineal
Nunca habría pensado que el proceso de aprendizaje fuera tan caótico como lo es en la vida real. En mi cabeza estaba el modelo que me inculcaron en la escuela. Alguien te enseña, generalmente mucha teoría, empezando por lo simple hasta lo complejo, de manera estructurada en en el tiempo y nivel de dificultad.
La avalancha de información, requisitos y expectativas, junto con las complejas necesidades de una organización a las que se enfrenta un empleado a diario, vienen a cambiar completamente este modelo clásico.
Es por esto que, aquellos que logran navegar con éxito en el entorno corporativo, y así aprender durante toda su trayectoria profesional son aquellos capaces de identificar el orden en el caos y gestionar un alto nivel de ambigüedad.
3 Lo importante es la teoría, y no la práctica
Durante mis primeras experiencias en el mundo laboral, sabía que estaba recibiendo demasiada información, pero no le daba la suficiente importancia a la práctica, la retroalimentación y el lanzarme a experimentar.
Demasiada teoría nos hace temerosos e inseguros a la hora de practicar. El miedo a cometer errores al poner en práctica algo que aún no dominamos al 100%, sin supervisión o sin tener a alguien que responda a preguntas, deriva de la falta de práctica. Una vez se llega a esta etapa, la procrastinación está a sólo un paso. ¿Qué otra cosa hacer cuando no estás seguro de lo que tienes que hacer?
El problema es que, igual que en la escuela se sancionaban los errores con notas bajas, lo mismo pasa en algunas culturas organizativas, donde se espera perfección, sin tener en cuenta la complejidad o novedad del trabajo. De lo contrario, se considera que el trabajador no está haciendo un buen trabajo.
4 La educación se impone, no es responsabilidad de cada uno
Mientras que en la escuela se permite—y muchas veces fomenta—tomar una actitud pasiva en la educación, las cosas son muy diferentes en el lugar de trabajo. Como profesional—y adulto—es tu responsabilidad mejorar continuamente, hacer preguntas y aprender.
Es así que, al principio, esperaba que alguien que supiera más que yo me enseñara lo que tenía que aprender. Como en la escuela, donde hay un plan de estudios y un horario, pensaba que tenía que haber una formación a seguir. En realidad te das cuenta de que nadie puede—ni va a—obligarte a hacer nada. Lo que sí te encuentras son compañeros dispuestos a apoyarte y guiarte en tu propio camino.
5 La educación es un coste, y no una inversión
Finalmente, aprendí a considerar cualquier proceso educativo como una inversión y no como un coste.
Para decidir cuál es la inversión adecuada uno debe tener en cuenta muchos factores, pero en general, el método que mejor funciona suele ser hacer un ejercicio de introspección y hacerse preguntas como: ¿Cómo aprendo más fácilmente? ¿A través de qué canal, de qué forma, qué me ha funcionado mejor y qué no me ha funcionado para nada en el pasado?
También hay que tener en cuenta el nivel de motivación, curiosidad, energía y cantidad de tiempo disponible en ese momento a la hora de elegir hacia dónde dirigir tu inversión de tiempo y dinero en educación.
Por último, pero no menos importante, también considero de valía pasar unos minutos investigando qué institución y personas son las encargadas de impartir el curso.
¿Cómo trasladar estas conclusiones a una organización?
Para elegir el tema, el formato, el canal y la mezcla de práctica y teoría adecuados, las empresas deben conocer bien cómo estos se adaptan a su modelo de trabajo y los KPIs que está usando actualmente, su cultura organizativa y el contexto en el que opera.
Cuando hablamos de estructuras masivas repartidas por varios continentes, con diferentes y simultáneos flujos de trabajo, personal y proyectos, el proceso de aprendizaje puede ser desalentador y engorroso.
Dado que tenemos un largo periodo de aprendizaje por delante, ya sea sobre nosotros mismos, sobre las organizaciones en las que trabajamos y sobre nuevas formas de trabajar, no podemos seguir dejándolo al azar. Es nuestro deber el profesionalizar nuestra educación.
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