Síndrome del impostor. Qué es y por qué te impide crecer profesionalmente
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«Sabemos que mucha gente experimenta el síndrome del impostor, así que te animamos a que te presentes aunque no cumplas todos los requisitos». Cuando hasta los anuncios de trabajo tienen que animar a los candidatos a presentarse, es hora de parar a reflexionar sobre lo que está pasando.
Desde talentosos candidatos hasta trabajadores con años de experiencia y grandes logros a sus espaldas, muchos son los que, ante una oportunidad profesional, se lo piensan dos veces para, finalmente, dar un paso atrás. Por muy llenos que estén sus currículos, algo en su cabeza les dice que esto es fruto de suerte o azar, no de sus capacidades y habilidades.
Si algo de lo anteriormente mencionado te suena, puede ser que experimentes—o hayas experimentado—el síndrome del impostor.
El término tiene su origen en 1978, cuando las psicólogas Pauline R. Clance y Suzanne A. Imes lo definieron como un estado mental temporal, caracterizado por:
- Sentir de que no mereces un sitio en la mesa con los demás
- Dudar de tus conocimientos y habilidades
- Subestimar tus logros
- Miedo de que la «verdad» sobre ti salga a la luz
- Atribuir tus logros a la suerte y a las circunstancias
- Compararse con los demás y su éxito
- No sentirte lo suficientemente preparado
El peso de estos síntomas hace que, aunque seas un activo valioso para la empresa, nunca consigas comunicarlo fielmente durante las entrevistas o en tu día a día en la oficina
Esta falta de confianza es ya una epidemia entre los profesionales, con una tasa inevitablemente más elevada en mujeres. Pero encontramos ejemplos en todos los ámbitos, incluso en las más altas esferas, con famosos como Sheryl Sandberg, Michelle Obama o Tom Hanks admitiendo haber lidiado con este síndrome.
Hoy en día, con las redes sociales dándonos acceso a la vida privada de casi cualquier persona, las comparaciones se hacen inevitables, agravando aún más esta epidemia. Cuando la versión que la gente comparte en las redes está muy lejos de la realidad, hay un mayor riesgo de caer en el agujero negro de la autoduda.
Y… si no confías en ti mismo, ¿por qué deberían hacerlo los demás?
Cuando el síndrome te domina, la confianza sale por la puerta, haciéndote imposible hablar con autoridad de temas que definitivamente dominas. En cuanto al lenguaje, te traicionan frases como «no soy un experto, pero…», o «es una pregunta estúpida», etc.
Las buenas noticias son que una persona con síndrome del impostor siempre se esforzará al máximo para superar las expectativas. Si cuentas con este tipo de empleados en el equipo, debes saber que tienden a ser personas muy inteligentes y con ganas de ofrecer la excelencia.
Las malas son que este tipo de empleados son más propensos a acabar con burnout. Trabajar duro para cumplir con el perfeccionismo autoimpuesto y probarse a si mismos todo el tiempo pasa factura tarde o temprano.
Otro aspecto negativo es que ese empleado puede que no comparta sus ideas y soluciones tan a menudo, no colabore en las reuniones, ni exprese sus necesidades.
¿Qué hacer a nivel organizativo?
Dar feedback positivo con frecuencia es importante cuando queremos enviar el mensaje de que vemos y apreciamos el esfuerzo que se hace.
Otro factor que aporta beneficios a medio y largo plazo es cultivar una mentalidad orientada al crecimiento en el lugar de trabajo. Esto fomenta el apetito por el desarrollo y la educación, dos instrumentos que pueden apoyar la transformación en el trabajo.
Desde el punto de vista organizativo, la cultura desempeña un papel importante. En las empresas con poca comunicación, expectativas poco claras y donde la competencia entre los empleados es feroz, es más probable que se active este síndrome.
¿A quién acudir si lo sufro?
No estamos acostumbrados a compartir este tipo de información en un entorno de trabajo, y seguramente no tengamos muchos ejemplos de personas que lo hayan hecho a nuestro alrededor. Es por esto que, en primera instancia, un compañero o mentor puede ser la mejor solución.
Aunque tener miedos y dudas sobre uno mismo forma parte del juego, y suelen venir de la mano con cada nuevo paso en nuestra carrera profesional, no son muchos los líderes que hablan de sus propias inseguridades y nos dan ejemplo en este sentido.
Cada pequeño paso en la dirección correcta cuenta. Cuanto más alto estés en la escalera profesional, más fuerte se hace la voz del “impostor” susurrando “¿Quién eres tú para hacer esto?», y más difícil desafiarla. Pero es en estos casos en los que la repercusión—para tí y otros— será mayor.
Al final, sólo aquellos que no cedan a la voz del “impostor” disfrutarán de los beneficios de una vida personal y profesionalmente plena.
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